1/4/09

Un cuento apresurado...

...la princesa Arrate entró descalza y de puntillas, no quería hacer ruido, pensó que el sonido de sus pasos despertaría al Gran Mago y no quería enfurecerlo, por eso se quitó sus zapatos rojos. Desde pequeña tenia los mismos zapatos, crecían con ella, no estaba cómoda cuando no los llevaba puestos, aun así, era tanto el temor que sentía por el mago, que se descalzó e intentó pasar desapercibida, pero los zapatos se movían incómodos en su mano, como si tuviesen vida propia, se balanceaban nerviosos de tal manera que la princesa era incapaz de controlarlos, en uno de esos movimientos, salieron disparados, quedando solo a dos centímetros de la nariz del mago, que de pronto... abrió un ojo. Se hizo el silencio. La muchacha tembló como un cascabel, en ese momento los zapatos volvieron a sus pies y empezaron a caminar, sin que les hubiese dado permiso. Primero despacio, reconociendo cada muesca en las baldosas, después más deprisa, sin importarles la mirada atónita del mago empezaban a dar saltos arriba y abajo, ¡aquello era de locos ! no había manera de ponerles freno. La pobre muchacha se veía arrastrada por toda la habitación, zapateando sin ser dueña de sus movimientos, cuando...se le ocurrió esa melodía...que empezó a tararear sin darse cuenta. Aquel par de locos voladores pararon su insensata carrera y la princesa empezó a bailar, los zapatos respondían obedientes, bailaron y bailaron hasta caerse de culo... El mago bostezó y volvió a quedarse dormido sin prestar ninguna atención. Nunca, volvió a quitarse sus maravillosos zapatos rojos.

1 comentario: